La violencia contra las
mujeres en relaciones de pareja es una pandemia mundial con impactos económicos
y sociales para las personas, especialmente para las mujeres. Estimaciones de
la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que por lo menos 3 de cada 10
mujeres han sido agredidas física o sexualmente por sus parejas. Sin embargo, encuestas
especializadas sobre violencia de género, reportan que el porcentaje de mujeres
agredidas es mucho mayor, especialmente para los países andinos de la región
como Bolivia, Ecuador y Perú.
En América Latina, las
microempresas y los microemprendimientos representan más del 95% de la
actividad empresarial y son una fuente importante de empleo y subsistencia para
millones de personas, especialmente, para las mujeres.
De acuerdo con esta
coyuntura mundial, el Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias
Administrativas y Recursos Humanos de la USMP en coordinación con el Programa
Regional Combatir la Violencia contra las Mujeres en Latinoamerica (ComVoMujer)
de la Cooperación Alemana GIZ presentó la publicación: “Los costos de la
violencia contra las mujeres en las microempresas peruanas”, primera estimación
nacional de impacto económico de la violencia contra las mujeres en relaciones
de pareja en las microempresas formales peruanas.
Para este trabajo se realizó
un estudio descriptivo en 10 ciudades de la costa, sierra y selva de nuestro
país. De esta manera se llegó a la conclusión que las microempresas peruanas
pierden entre 1982 y 2417 millones de dólares al año producto de la Violencia
contra las Mujeres (VcM); lo que equivale al 1.2% del PBI nacional.
Se revela además que el
71.2% de dueñas de microemprendimientos formales han sido agredidas por sus
parejas al menos una vez en su vida de relación y que las agresiones más
frecuentes son las verbales (67.6%), los golpes (44.6%), las agresiones que
producen daño físico grave (38.2%), los ataques físicos mientras la mujer
trabaja (34.8%), el acoso sicológico mientras trabaja (32.9%), seguidas de la
apropiación económica de ingresos del negocio (22.2%), el abuso sexual (19.2%)
y el ataque con objetos o armas (17.2%).
En el último mes, el 91.5%
de dueñas de microempresas que experimentaron VcM, ha solicitado apoyo o
atención, principalmente a familiares y amistades (83.9%), asistencia médica y
de salud (57.6%), ha acudido a denunciar en la comisaría (18.6%) y a buscar
ayuda en organizaciones especializadas en VcM (7.6%).
Las dueñas de microempresas
que han sido agredidas por su pareja en el último mes, tienen principalmente a
la pareja como socio (1.5 veces más) y en minoría a colegas y amistades (2.3).
Tienen 2.2 veces menos local propio y generan 17.3% menos ingresos por ventas.
También en el último mes,
las mujeres que han sido agredidas tienen 5.6 veces más rechazos de créditos,
por no contar con la firma de la pareja o por tener desacuerdos con ella. Si
consiguen el crédito lo destinan en menor proporción como capital de inversión.
Por el contrario, tienen 2.1 veces más retrasos en el pago de cuotas, debido a
la atención de enfermedades o emergencias (2.9 veces más). Además, han sido
obligadas por sus parejas 5.1 veces más para obtener créditos contra su voluntad.
Las dueñas de microempresas
que son agredidas por sus parejas, faltan o no abren su negocio 1.6 veces más
porque estaban enfermas o tenían dolencias, 1.6 veces más para atender su salud
física y mental en hospitales o centros de salud y 1.5 veces más para atender
temas legales, financieros o de trámites si mencionar además los problemas de
presentismo, días perdidos, costo de oportunidad y gastos de bolsillo (para
atender su salud física o mental).
MICROCRÉDITOS
Durante años se han destinado
microcréditos para empoderar económicamente a las mujeres emprendedoras,
asumiendo que el empoderamiento disminuye la violencia contra las mujeres. Esto
es así porque se cree, mayoritariamente, que la relación entre empoderamiento y
violencia es lineal inversa, es decir, que a mayor empoderamiento existe menos
violencia.
Sin embargo, es muy probable
que a medida que aumenta el empoderamiento, la violencia también aumenta como
reacción aunque luego tiende a disminuir. Por ello, es posible distinguir entre
dos tipos de microcréditos: el que promueve el empoderamiento y el que produce
un efecto contrario y nocivo al esperado o también llamados “agiogénicos”.
Los microcréditos “agiogénicos”
mejoran la capacidad de inversión de las mujeres, pero debido a que las
entidades financieras desconocen o no toman en cuenta las normas inequitativas
de género que tienen sus clientas, pueden aumentar el riesgo de la violencia,
la pérdida del capital y el endeudamiento sin capacidad de pago.
En contraste, los
microcréditos de empoderamiento están orientados a aumentar el poder de las
mujeres mediante el capital de trabajo y, teniendo en consideración a las
normas inequitativas de género, las financieras acompañan sus créditos con
mecanismos de capacitación, educación y soporte para evitar la aparición de la
VcM, involucrando a la pareja o a la comunidad. Las entidades microfinancieras
también deben diseñar una hoja de ruta o protocolo para que las/los asesores/as
de crédito conozcan cómo detectar, atender y derivar los casos de violencia
contra sus clientas.